Sunday, April 13, 2014

Hasta que el cuerpo aguante


Un patíbulo es una imagen impactante. Da cuenta de los momentos en que presenciamos el último aliento, tan determinante y tan efímero. Un momento que apenas se presencia ya se hizo pensamiento, recuerdo, suceso irremediable; como la danza.

A pesar de las quimioterapias he seguido bailando, no tengo la misma energía pero eso mismo me hace buscar la manera de resolver las cosas. ¿Cómo mantiene la presencia escénica un cuerpo que está convaleciente? Escuché la historia de una compañía de teatro que aprovechó la condena de un hombre que iba a ser ahorcado para que se realizara al final, antes lo habían hecho actores, pero después de la función con el hecho real, las personas comentaban que nadie se había creído nada, que el que había sido ahorcado había actuado muy mal.

En este momento no estoy bailando muerte, ni enfermedad, pero sí estoy bailando ya el bosquejo de simulacros, es el aliento vivo a partir de una imagen que da la muerte. En verdad, es mucho más entretenida la vida que la muerte, en la muerte no hay nada, hay días en los que he tenido tan poca energía que no puedo ni decirme a mí misma "yo". Se me olvida lo que tanto deseo, pero sigo danzando. A veces pienso que la vida que quiero es mucho más sencilla de lo que creo. A veces siento que ya no me importa nada, ni la danza, y no me preocupa. Pero sigo bailando, y cuando me dicen que voy a presentar algo, el cuerpo vibra, se inyecta con energía y salgo...

Esta vez, presenté el bosquejo de simulacros en el 7o. Encuentro Plural de Danza del Centro Cultural Ollin Yoliztli. En la mañana me había golpeado con una piedra en el tobillo, se abrió y no quiso cerrar, sentí que las cosas podían ir mal pero salí. Y en escena caí fácil unas 10 veces. Me desinflé, mi cuerpo no podía ya, no hubo energía a mi disposición pero aún así estaba feliz de haberme presentado, a pesar de haber importunado a todo espectador (me he vuelto más valiente, me he quitado la peluca en plena función ante el horror de los testigos mientras que siento que yo afirmo mi propuesta artística aunque no sé cuál es).

La familia construye el patíbulo ante el horror de los vecinos, reciben protestas, reclamos, amenazas. Y resulta que lo que hacen no es lo que los vecinos esperaban, eso los decepciona, pero ellos miran sin aliento la noche, les sabe dulce el alimento y sueñan con "fiestas, elefantes y vestidos de seda". Quizá la vida no sea más que un gran patíbulo, y con esto no sólo me refiero a lo inmediato, al hecho de hacer las cosas porque sí, a darles el sentido y la importancia adecuadas, sino a que también es una apuesta: la exaltación y "la expectativa de estar haciendo las cosas, las sorpresas tanto más importantes que los resultados, los fracasos en los que toda la familia cae como un castillo de naipes y por días enteros no se oyen más que deploraciones y carcajadas." Las cosas que disfrutamos resolver, las cosas en las que tan siquiera una sola persona pueda llegar a disfrutar, las cosas que nos importan y que hacemos con tal de afirmarnos de una u otra forma, postergando la vida entera en función de éstas.

Quizá por el momento tenga poca vida, pero soy capaz de llegar a notar estas cosas, las que importan, nos emocionan, y ésto es lo que me une a los demás. El problema sigue siendo hallar el momento en el que decidimos dar la importancia a ciertos eventos, justificarnos, darnos por completo y dar todo de manera que tan sólo quede anhelo en nosotros y entonces... tal vez entonces suceda algo que nos pueda dejar sin aliento. Así es el patíbulo, un suceso nos asombra, nos deja sin aliento, y podemos notar que fuimos asombrados por recordar el último momento en que presenciamos nuestro propio aliento.

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