Sunday, November 23, 2014

Recuento


No puedo dar cuenta del momento en que sucedió. Pero me dejé vencer por un momento. Mi cuerpo no pudo resistir ya más y me dejé llevar. El condenado sube por una escalerilla, distinta a la del sacerdote que permanece aún con vida.

Subir al patíbulo es subir para dejar que una vida se entregue, en el caso del cuento la vida se entrega a la contemplación, a la experiencia estética después de días de preparación. Todos llevamos una historia con nosotros, podemos tomarla como una semilla de razón que va a desembocar quizá en destino, algo porqué vivir, algo porqué morir.

Después de mi experiencia y de tener a mi lado el cuento noto que estas razones no son tan grandes como pensamos, más bien son grandes las formas que les damos. Notar esto es ya un avance, pero aún no sé porqué las cosas nos quitan el aliento, porqué nos enajenamos (pienso que esto es lo que sucede cuando pensamos que nuestras razones son tan grandes) y actuamos sin ser el sujeto que da vida al predicado en el enunciado. "Hacemos cosas, pero contarlo es difícil porque falta lo más importante..." Hay siempre un elemento en la experiencia que no puede ser llevado a las palabras, a menos que, claro, estemos enajenados.

Sucedió que volví a platicar con unos amigos, y no sé porqué decidimos seguir juntos con la exploración de ésta danza que busca el momento en que dejamos de enajenarnos para experimentarnos. Todos necesitamos una razón para seguir, una pasión, un deseo, de no haberlo, permanecemos aburridos, hacemos cosas pero se nos va el tiempo, da lo mismo que coloquemos un tornillo a que pintemos un hermoso cuadro, o aprendamos los movimientos de una danza.

Cuando estamos enajenados, aburridos, aparentemente buscamos, seguimos una dirección. Pero no sabemos qué buscamos o hacia dónde vamos. Y las intenciones que supuestamente generan los eventos se tuercen, porque en el fondo da igual para qué hacemos lo que hacemos. Pero ¿y si se hacen sólo porque sí?

Las ganas de bailar volvieron a mí, ganas que compartimos los que exploramos el tema de esta danza, pero me pregunto si estamos todos bailando para explorarla, para bailarla, para gozarla... ¿En las ocupaciones libres no puede uno enajenarse porque no hay intención que pueda ser torcida? Vaya, ¿son las ganas de experimentar algo lo que permite que seamos el sujeto que da vida al predicado?
Y me refiero a experimentar sin un sólo añadido más, sin "obligación y fanfarronería", sin encomio, sin nada. ¿Descubrimos lo bueno cuando antes de encomiar experimentamos lo que luego entonces ya podemos encomiar?

Exploramos esta danza bailando en las noches, porque es la única hora en la que coincidimos, aprovechamos las ganas de ser lobos para aullar a la luna y aunque nos morimos del frío disfrutamos la atmósfera tranquila de la calle vacía, ya que no hemos podido conseguir un salón para ensayar. "la luna vino a ponerse a la altura del nudo corredizo..." ¿es que acaso la vida va colocando coincidencias o somos nosotros los que le vamos dando sentido al goce de los eventos y entonces los llamamos coincidencias? ¿es esto parte de todo aquello que nos quita el aliento, una secuencia de sucesos orquestadas de tal modo que nos mantienen en suspenso todo el tiempo que dura el asombro?

Aún no logramos responder a nada.

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