“Una brisa del norte balanceaba suavemente la cuerda de la horca… y mis primos y tíos recorrieron lentamente la plataforma, haciendo temblar los fundamentos con sus pasos… en el silencio que siguió la luna vino a ponerse a la altura del nudo corredizo, y en la rueda pareció tenderse una nube de bordes plateados… Quedó la calle… Nosotros ya nos habíamos ido a dormir y soñábamos con fiestas, elefantes y vestidos de seda.”
Recupero la consciencia de mí, y recuerdo que antes de lo sucedido tan solo puedo recordar haber sentido en mí una bocanada de aire entrando en mis pulmones, lo demás fue suspenso, acecho consumado, un darse cuenta que no puedo describir porque la narrativa completa está a un nivel de sensaciones que guardará para siempre mi cuerpo.
Algunos sucesos nos toman por sorpresa. Los hay de distintos tipos: planeados o no planeados; aquellos que nos afirman o que nos sacan de nosotros; aquellos que nosotros vivimos en carne propia y aquellos de los cuales tenemos solo un atisbo porque de algún modo hemos sido testigos.
Todos irrumpen dentro del cotidiano, y lo hacen de tal modo que nuestra propia atención omite la referencia hacia nosotros: las cosas se van sucediendo de un modo tal que se arma un evento que nos mantiene en suspenso, asombrados, sin aliento, olvidados más no enajenados, y tan sólo podemos dar cuenta de ellos una vez que revisamos lo que quedó anotado en los recuerdos. Y una vez que han terminado, continuamos con una sensación insistente que condimenta el contexto de lo cotidiano.
Pero, algunas veces, sucede que tratamos de reproducir éstos sucesos y algo no nos funciona, algo nos falta. Se nos quedan las ganas de ser algo, de demostrarnos algo, o de experimentar algo. Las cosas fallan, seguimos reproduciendo, buscando, derrochando todo tipo de recursos sin llegar a nada. Pero es que quizá no sabemos lo que estamos buscando.
Dentro de un cotidiano en el que caemos en el enajenamiento, en la sustitución del sujeto por el predicado, en pagos tributarios a convenciones encomiásticas ya dadas, en quedarnos al borde de saber el modo en que nos emociona cada cosa que experimentamos (porque muchas veces no llegamos siquiera a emocionarnos), buscamos el ingrediente que falta, aquello que nos coloca de nuevo en nosotros mismos, aquello que por una pasión nos afirma, lo que nos reivindica ante el río de cambios que no nos permite asimilarnos.
Lo que intento hacer aquí es:
-meditar;
-cavilar;
-calcular;
-considerar;
-deliberar;
-discurrir;
-especular;
-observar;
-pensar;
-razonar;
-recapacitar.
Vaya, lo que intento hacer aquí es reflexionar: considerar de una manera nueva y detenidamente por qué hay ciertas cosas que nos quitan el aliento, por qué ser testigo del momento en que a otros se les va el aliento nos puede quitar el aliento, y mucho más importante: por qué no estamos tan acostumbrados a que se nos vaya el aliento, por qué no estamos adecuados a buscarlo en vez de permanecer aburridos aunque activos y enajenados.
No comments:
Post a Comment